Blog dedicado a dar apoyo a todas las personas que sufren de obesidad

Fuente: laautenticadefensa.com.ar

La dieta influye en las señales que regulan el hambre y la saciedad. Por lo tanto, lo que comemos genera señales que regulan lo que comeremos posteriormente. En la «conducta alimentaria» intervienen circuitos neurológicos, sistemas metabólicos, estados emocionales y búsqueda de gratificaciones. El sobrepeso se vuelve una condición de riesgo cuando dispara mecanismos metabólicos, hemodinámicas y mecanismos no saludables.

Por todo lo anterior, además de trabajar sobre las causas, es necesario hacerlo sobre la resolución de los problemas.

El adelgazamiento debe lograrse de manera saludable, satisfactoria y sustentable (ante las influencias del medio ambiente). La recuperación, entendiéndose como un proceso de cambio subjetivo que depende de acciones transformadoras de dominar una realidad adversa, debe incluir el «autocuidado responsable».

Un factor de riesgo ambiental que contribuye a la obesidad es la dieta de alto contenido calórico  Este incremento en la ingesta de grasas y calorías, principalmente de hidratos de carbono, afecta el desarrollo de resistencia a la insulina y enfermedad cardiovascular. Se demuestra en las estadísticas, un aumento del consumo de azúcares directamente proporcional al aumento de obesidad y diabetes.

Por lo tanto la batalla por mejorar nuestra salud en función de lo que comemos, aún no resulta eficaz.

Los aspectos familiares son sumamente importantes por: los hábitos alimentarios; lactancia artificial; tipos de alimentos, formas de cocción, contenidos de azúcares y grasas, tiempo destinado a la alimentación, comidas rápidas, etc. Otro aspecto tiene que ver con las creencias familiares, las cuales en su mayoría carecen de veracidad o al menos, quedan descontextualizadas en la vida actual.

El estado de salud de una persona depende de la calidad de la nutrición de las células que constituyen sus tejidos. Puesto que es bastante difícil actuar voluntariamente en los procesos de nutrición, si queremos mejorar nuestro estado nutricional sólo podemos hacerlo mejorando nuestros hábitos alimenticios.

El ingreso está monitoreado por un complejo sistema regulatorio. En el cerebro se integran numerosos estímulos, determinando una respuesta alimentaria adecuada a las circunstancias y a las necesidades.

Ciertos neurotransmisores actúan en la elección de determinados alimentos, como la serotonina la cual participa en la saciedad y en la apetencia por carbohidratos, mientras que la dopamina se vincula con mecanismos de gratificación y reiteración de conductas.

Determinadas hormonas como la leptina e insulina, corticoides y fármacos, modulando o modificando la neurotransmisión en el cerebro, determinan respuestas motoras, sensoriales y reacciones psicológicas, que en conjunto conforman una conducta alimentaria adaptada a las causas desencadenantes.

Hay muchos mitos sobre las enfermedades no transmisibles, (especialmente la obesidad), cuando en realidad estas son evitables. Entre las estrategias costo-efectivas para poder evitarlas, la más importante es cambiar los hábitos. Obviamente esto no es una tarea sencilla y los médicos son conscientes de las enormes dificultades observadas en el tratamiento del paciente obeso, siendo un desafío la implementación de «medidas en el cambio del estilo de vida».

La práctica de dietas muy restrictivas, acompañadas de actitudes de sobrealimentación conduce a la frustración y a engordar más fácilmente. Es importante no embarcarse en dietas «locas» o «milagrosas». Se aconseja ser práctico y consultar con su médico. Sobre todo si en la familia hay antecedentes de hipertensión arterial, diabetes o enfermedades cardiovasculares.

Es importante remarcar que se baja de peso «por lo que se come» y NO por «dejar de comer»

La modificación del comportamiento puede ayudar (tanto a los adolescentes como a los adultos) a controlar la obesidad. Consiste en reducir el consumo de calorías estableciendo un régimen bien equilibrado con los alimentos habituales y realizando cambios permanentes en los hábitos alimentarios.

Para lograrlo es necesario realizar un tratamiento integrador, en el cual se desarrolle una «reeducación alimentaria», con evaluación y modificación de la «imagen corporal» y con técnicas adecuadas para «la resolución de los problemas», enmarcados en el contexto de la salud y bajo estricto control profesional.

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