Blog dedicado a dar apoyo a todas las personas que sufren de obesidad

Archivo para abril, 2012

EL TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DEL EXCESO DE PESO

Fuente: adelgazar.net

La obesidad se trata casi siempre desde un punto de vista físico: dieta y ejercicio, añadiendo los fármacos en ocasiones y la cirugía en los casos más graves. Pero muchos expertos opinan que debería incluirse el tratamiento psicológico para abordar eficazmente el problema, ya que consideran que en muchos casos la obesidad puede ser producto de la ansiedad, o incluso un trastorno de la conducta alimentaria.

El presidente de la Sociedad Canaria de Endocrinología y Nutrición, Iñaki Llorente, insistió hace unos días en la idea de incluir los aspectos psicológicos en el tratamiento de la obesidad. Lo hizo en el transcurso del séptimo Congreso de la sociedad que preside.

Este planteamiento es consecuencia de considerar, en ciertos casos, la obesidad como un trastorno de la conducta alimentaria, al igual que también lo son, por ejemplo, la anorexia o la bulimia. Así, no sería suficiente abordar este problema sólo con dieta y ejercicio, y eventualmente con medicación o cirugía, ya que estos tratamientos no incluyen los aspectos psicológicos del problema, que pueden ser muy importantes.

Llorente indicó que muchos expertos están detectando que sus pacientes obesos desarrollan trastornos de la conducta alimentaria que suponen una relación anormal con la alimentación. Citó el caso de los atracones nocturnos, y achacó estos trastornos a la presión social por adelgazar, que produce en algunos obesos un conflicto emocional que no hace más que aumentar el problema.

El tratamiento, en estos casos, debe incluir la terapia psicológica, en manos de psicólogos o psiquiatras, enfocada a conseguir un cambio conductual. Llorente afirmó que, aunque estos trastornos se están produciendo desde hace tiempo, sólo desde hace poco se están empezando a detectar.

MI HISTORIA

Reeducación alimentaria: su importancia en el tratamiento de la Obesidad

Fuente: laautenticadefensa.com.ar

La dieta influye en las señales que regulan el hambre y la saciedad. Por lo tanto, lo que comemos genera señales que regulan lo que comeremos posteriormente. En la «conducta alimentaria» intervienen circuitos neurológicos, sistemas metabólicos, estados emocionales y búsqueda de gratificaciones. El sobrepeso se vuelve una condición de riesgo cuando dispara mecanismos metabólicos, hemodinámicas y mecanismos no saludables.

Por todo lo anterior, además de trabajar sobre las causas, es necesario hacerlo sobre la resolución de los problemas.

El adelgazamiento debe lograrse de manera saludable, satisfactoria y sustentable (ante las influencias del medio ambiente). La recuperación, entendiéndose como un proceso de cambio subjetivo que depende de acciones transformadoras de dominar una realidad adversa, debe incluir el «autocuidado responsable».

Un factor de riesgo ambiental que contribuye a la obesidad es la dieta de alto contenido calórico  Este incremento en la ingesta de grasas y calorías, principalmente de hidratos de carbono, afecta el desarrollo de resistencia a la insulina y enfermedad cardiovascular. Se demuestra en las estadísticas, un aumento del consumo de azúcares directamente proporcional al aumento de obesidad y diabetes.

Por lo tanto la batalla por mejorar nuestra salud en función de lo que comemos, aún no resulta eficaz.

Los aspectos familiares son sumamente importantes por: los hábitos alimentarios; lactancia artificial; tipos de alimentos, formas de cocción, contenidos de azúcares y grasas, tiempo destinado a la alimentación, comidas rápidas, etc. Otro aspecto tiene que ver con las creencias familiares, las cuales en su mayoría carecen de veracidad o al menos, quedan descontextualizadas en la vida actual.

El estado de salud de una persona depende de la calidad de la nutrición de las células que constituyen sus tejidos. Puesto que es bastante difícil actuar voluntariamente en los procesos de nutrición, si queremos mejorar nuestro estado nutricional sólo podemos hacerlo mejorando nuestros hábitos alimenticios.

El ingreso está monitoreado por un complejo sistema regulatorio. En el cerebro se integran numerosos estímulos, determinando una respuesta alimentaria adecuada a las circunstancias y a las necesidades.

Ciertos neurotransmisores actúan en la elección de determinados alimentos, como la serotonina la cual participa en la saciedad y en la apetencia por carbohidratos, mientras que la dopamina se vincula con mecanismos de gratificación y reiteración de conductas.

Determinadas hormonas como la leptina e insulina, corticoides y fármacos, modulando o modificando la neurotransmisión en el cerebro, determinan respuestas motoras, sensoriales y reacciones psicológicas, que en conjunto conforman una conducta alimentaria adaptada a las causas desencadenantes.

Hay muchos mitos sobre las enfermedades no transmisibles, (especialmente la obesidad), cuando en realidad estas son evitables. Entre las estrategias costo-efectivas para poder evitarlas, la más importante es cambiar los hábitos. Obviamente esto no es una tarea sencilla y los médicos son conscientes de las enormes dificultades observadas en el tratamiento del paciente obeso, siendo un desafío la implementación de «medidas en el cambio del estilo de vida».

La práctica de dietas muy restrictivas, acompañadas de actitudes de sobrealimentación conduce a la frustración y a engordar más fácilmente. Es importante no embarcarse en dietas «locas» o «milagrosas». Se aconseja ser práctico y consultar con su médico. Sobre todo si en la familia hay antecedentes de hipertensión arterial, diabetes o enfermedades cardiovasculares.

Es importante remarcar que se baja de peso «por lo que se come» y NO por «dejar de comer»

La modificación del comportamiento puede ayudar (tanto a los adolescentes como a los adultos) a controlar la obesidad. Consiste en reducir el consumo de calorías estableciendo un régimen bien equilibrado con los alimentos habituales y realizando cambios permanentes en los hábitos alimentarios.

Para lograrlo es necesario realizar un tratamiento integrador, en el cual se desarrolle una «reeducación alimentaria», con evaluación y modificación de la «imagen corporal» y con técnicas adecuadas para «la resolución de los problemas», enmarcados en el contexto de la salud y bajo estricto control profesional.

INFLUENCIA DE LA OBESIDAD EN LA VIDA SEXUAL

Fuente: (www.guiaobesidad.com)

El exceso de peso también puede acabar condicionando la vida sexual de las personas que padecen este problema. Se puede pensar que ese exceso de peso inhibe el deseo de la pareja de la persona obesa, con lo cual la frecuencia y calidad de las relaciones sexuales iría disminuyendo hasta convertirse en un problema para la pareja. Curiosamente esto no es así en la mayoría de ocasiones. Las parejas no son las que suelen ver disminuida su libido. Estas personas aman y desean a su pareja por lo que es y no son las que tienen problemas a la hora de mantener una relación sexual. Suelen ser las propias personas obesas las que se avergüenzan de su cuerpo, sobre todo si no tenían ese problema cuando comenzaron la relación, y comienzan a vivir la sexualidad con vergüenza, se sienten incómodos por mostrar su cuerpo, piensan que se van a ver ridículos o torpes…

Además de estos problemas de autoestima, de índole psicológica, existen problemas físicos asociados a la obesidad que pueden dificultar las relaciones sexuales. En el caso de los hombres, el exceso de grasa sobrante puede esconder parte de su pene, haciendo que su tamaño parezca inferior al real. En el caso de las mujeres, el exceso de peso puede hacer que sea más dificultoso acceder a la vagina en determinadas posturas. Para ambos sexos, dados sus problemas de flexibilidad y el peso sobrante, muchas posturas o juegos pueden resultar complicados e incluso imposibles.

La solución a estos problemas pasaría por una buena comunicación entre la pareja y un aumento de la autoestima y la seguridad de la persona obesa. Sus pensamientos negativos y su miedo al ridículo o al rechazo, la mayor parte de las veces injustificado, hacen que se creen dificultades en un aspecto importantísimo de la vida de la pareja, lo que puede acabar afectando a la relación.

OBESIDAD: ¿BAJA AUTOESTIMA? INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN PACIENTES CON OBESIDAD

Fuente: Estudio realizado por Alcia Alvarado S., Evelyn Guzmán B., Mónica González R. (redalyc.uaemex.mx)

Numerosos estudios han demostrado que empleando las técnicas cognitivo-conductuales se contribuye a lograr una reducción mayor de peso en pacientes con obesidad con respecto a la intervención basada en la mera información; asimismo, afirman que la autoestima de los sujetos mejora cuando se emplea una intervención psicológica.

Combinando la educación nutricional con técnicas psicológicas destinadas a la modificación de las variables asociadas a la obesidad, se obtienen resultados satisfactorios en la reducción de peso y mejorías en el autoestima de pacientes con obesidad.

De las técnicas psicológicas empleadas en este estudio destacan:

–          Reestructuración cognitiva, busca cambiar los pensamientos negativos o irracionales por pensamientos positivos o racionales.

–          Autocontrol y autoestima, se trata de que la persona adquiera suficiente fuerza de voluntad para poder controlarse ante diferentes estímulos relacionados con el alimento.

–          Línea base, se busca que la persona visualice los avances que ha adquirido con la intervención.

–          Relajación, cuya finalidad es que los sujetos aprendan otra forma de reducir los niveles de ansiedad ocasionados al consumir alimentos de manera inapropiada para su dieta.

–          Reforzamiento, para que la persona mantenga una motivación con base en reforzadores positivos.

VARIABLES PSICOLÓGICAS RELACIONADAS CON LA OBESIDAD

Fuente: (www.xenicare.cl)

Todo ser humano forma parte de un sistema (familiar, social, cultural). Como partícipe de estos sistemas, recibe su influencia, la que se traduce directa o indirectamente, en la conducta de cada uno.

No obstante, existen variables individuales que también afectan nuestro comportamiento. Dentro de cada uno de nosotros juegan un rol co-causal importante tanto las variables cognitivas (creencias, expectativas, estilo de pensar, etc.) como las variables afectivas (emociones, sentimientos, temperamento, etc.), las variables biológicas (metabolismo, sistema endocrino, constitución física, predisposiciones genéticas, etc.) y las variables inconscientes (contenidos afectivos o cognitivos «ocultos»).

El comer es una conducta y por lo tanto también se verá influenciada por todas las variables mencionadas anteriormente. Así, podríamos decir que estas variables juegan un rol importante en la génesis y/ o la mantención de la obesidad.

Variables Cognitivas: Se pueden encontrar una autopercepción distorsionada o negativa y creencias tales como «yo no puedo», «yo no tengo control» o «en el fondo, haga lo que haga, no voy a cambiar». Aquí juegan un rol clave las expectativas de cambio y cuánto cada uno se siente capaz de lograr metas (expectativas de autoeficacia).

Variables Afectivas: La obesidad se relaciona comúnmente con problemas de depresión, ansiedad, dificultad en el manejo de emociones o presencia de situaciones conflictivas, donde el alimento se puede constituir en un instrumento disfuncional para manejar estas variables, aliviando momentáneamente el dolor, la pena, la rabia, etc. No obstante, se cae en el dicho de «pan para hoy día, hambre para mañana».

Variables Biológicas: La obesidad se ha relacionado con antecedentes familiares (problemas hormonales y endocrinos que pueden predisponer a un aumento de peso). Asimismo, enfermedades y algunos medicamentos pueden causar alzas de peso importantes.

Variables Inconscientes: Para nosotros el alimento puede representar algo «simbólicamente» (necesidad de afecto, de atención, etc.). Así, el alimento puede ser visto como un «premio», «una muestra de afecto» o «una entretención».

Variables Sociales: Pertenecemos a un medio cultural y social donde se nos enseña y transmiten hábitos alimenticios y costumbres asociadas al comer, junto con los estereotipos de belleza «deseables». Asimismo, estamos constantemente expuestos a estímulos que nos inducen a comer (situaciones, lugares, personas, etc.).

Es por esto que se debe tomar conciencia que cuando uno se está relacionando con la ingesta de alimentos de manera disfuncional una o varias de las variables anteriores pudiera estar jugando un rol importante. Es así como un buen «autodiagnóstico» de la relación personal con la alimentación ya da pie para desarrollar estrategias de manejo.

MANEJO DE LA ALIMENTACIÓN EMOCIONAL

Fuente: (www.intraobes.com)

Comer guiado por las emociones o comer emocional, ocurre cuando un individuo se dirige a la comida para cambiar o modular sus emociones. En muchos casos, la persona no sabe cómo o qué está sintiendo en el momento en el que come, lo único que sabe en esos momentos, es que siente tensión en su cuerpo y que ésta disminuye una vez que ha comido.

Los comedores emocionales tienden a: estar confusos acerca de lo que sienten, tienen dificultades para ponerle nombre a sus emociones, tienen dificultad para modular sus emociones, encuentran dificultad para expresar sus emociones.

Los comedores emocionales tienden a comer para: evitar o afrontar las emociones que consideran negativas, suprimir las emociones, está relacionado con el abuso con uno mismo o con haber tenido alguna experiencia traumática, guarda relación con el aburrimiento, ansiedad, soledad, miedo, pérdida, etc.

¿Cuál es la diferencia entre el comer emocional y el hambre física?

Hay varias diferencias entre la clave física del propio cuerpo y la clave emocional que mueven al individuo a comer.

El hambre física: empieza en el estómago, es muy gradual, no es específica de un determinado alimento. Las personas tienden a comer cuando tienen hambre y a parar cuando están saciados.

Por otro lado, el comer emocional: empieza en la boca o en la cabeza de uno, es muy rápida, normalmente es de un alimento específico y se tiende a sentir culpa tras haber comido.

¿Cómo podemos  manejar el comer emocional?

1º.- Primero tendremos que identificar y saber qué emociones están apareciendo cuando nos dirigimos a la comida.
Por ejemplo: enfado, frustración, preocupación ansiosa, miedo, depresión, culpa…
2º.- Después, de haber identificado las emociones que se tienen al comer se puede tomar conciencia de los detonantes que hacen que se mantenga dicho comer emocional.  Por ejemplo, puede ser una imagen, los medios de comunicación, una persona que te ha dicho algo, un pensamiento, el estrés, tener una imagen corporal propia negativa…
3.- Tratar de separar la emoción del comportamiento alimentario. Para hacer una buena lectura de la emoción hay que aceptar cual es nuestra emoción.

Hay que preguntarse de qué otra manera se podría manejar tal emoción identificada. Puedes expresarla, tolerarla, etc.
Manejar las emociones implica, no juzgarse por lo que se siente, sea lo que sea que se esté sintiendo. Seguro que a veces, no son emociones agradables pero es que no se trata de que gusten o no, sino de aprender a experimentarlas, aceptándolas.
En muchas ocasiones, la intención es la de evitar sentir una determinada emoción, siendo esta nueva emoción creada, la de no querer sentir, la que puede llevar a un comer emocional.

Por último:
4º. Adquirir estrategias para manejar las emociones negativas, por ejemplo:
Estrategias para reducir la ansiedad, estrategias de comunicación, estrategias de planificación, estrategias para resolver problemas, estrategias de control estimular (manejando la comida que hay en tu entorno), estrategias de relajación, habilidades sociales…

Identificar, conocer, aceptar y encontrar otra manera de expresión, cambiará la necesidad de comer emocionalmente.

Si estas cansado, descansa, si tienes sueño, duerme, si estás enfadado exprésalo calmadamente a la persona con la que estás enfadado, y si tienes hambre “física”, come eligiendo los alimentos que más convengan.

EL MIEDO A MADURAR EN MUJERES CON OBESIDAD MÓRBIDA POSTGASTRECTOMÍA

Fuente: Estudio realizado por Juan A. Guisado y Francisco J. Vaz (scielo.isciii.es)

En el desarrollo de la obesidad mórbida se describen la existencia de factores biológicos y/o factores psicológicos que favorecen la enfermedad. Aunque ambos factores no son mutuamente excluyentes, parece que los factores genéticos jugarían un papel más importante en la obesidad de inicio en la infancia en tanto que los factores psicológicos influirían más en la obesidad de inicio en la adolescencia/adulto joven. En el primer grupo, cuando la obesidad aparece en la infancia, se ha descrito una mayor refractariedad al tratamiento y a la pérdida de peso, así como una mayor tasa de patología psiquiátrica. Cuando la obesidad se presenta en la adolescencia/adulto joven, se relaciona más con situaciones estresantes a lo largo de la vida, de forma que el enfermo comería en un intento de calmar su malestar psicológico.

Los pacientes que presentan el inicio de la obesidad en la adolescencia/adulto joven son enfermos susceptibles de una conducta alimentaria alterada en determinadas circunstancias como pueden ser estados de disforia y estrés, así como con el consumo de sustancias tóxicas. A esta edad la alteración en la imagen corporal, la baja autoestima, la falta de confianza en las situaciones sociales y el estigma de ser obeso marcan la forma de interaccionar con los demás, estando más propensos a ser hostiles en cuanto a su aceptación social.

En este estudio se obtuvo que mayor edad de los pacientes (antes de la cirugía) el miedo a madurar (conducta alimentaria la cirugía) es mayor y que cuando el inicio de la obesidad ocurre después de los 13 años también existe un mayor temor a crecer, por lo que estos enfermos luchan con cambios físicos y psíquicos que se producen en esta etapa del desarrollo, apareciendo estructuras de personalidad dependientes e inmaduras.

Según los hallazgos de este estudio, parece que la edad (antes de la cirugía y de inicio de la obesidad) serían dos predictores clínicos en la conducta alimentaria de nuestros pacientes con obesidad mórbida una vez intervenidos. El análisis de los factores psicológicos asociados a la conducta alimentaria de estas pacientes, como puede ser el miedo a madurar, es de vital importancia para una adecuada pérdida de peso tras la cirugía.

CARACTERIZACIÓN PSICOLÓGICA DE LOS PACIENTES CON OBESIDAD MÓRBIDA

Fuente: (www.infocop.es)

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La obesidad mórbida es una enfermedad crónica caracterizada por un exceso de grasa, que a su vez se traduce en un aumento de peso considerablemente alto (Consenso Español para la Evaluación de la Obesidad –SEEDO-, 1995; citado en SEEDO 2000). Existen diferentes procedimientos técnicos para evaluar el grado de obesidad de una persona, sin embargo, uno de los indicadores más utilizados es el Índice de Masa Corporal (IMC) que es la relación de dividir el peso (en kilos) entre la talla (en metros) al cuadrado. En este sentido, se considera que una persona presenta un problema de obesidad mórbida cuando su IMC sobrepasa la puntuación de 40.

La obesidad mórbida es un problema creciente en la sociedad actual, el problema de esta enfermedad no radica exclusivamente en el aumento sufrido en los últimos años sino también la frecuencia de comorbilidad física y psicológica con la que va asociada. En este sentido, resulta imprescindible el desarrollo de estudios destinados a identificar cuáles son las áreas de funcionamiento psicológico que se ven más afectadas en los obesos para planificar adecuadamente tratamientos específicos que mejoren la calidad de vida de los mismos (Blasco y García, 1995).

En un estudio realizado por la Lic. Bárbara Lorence, sobre una muestra de 31 pacientes con obesidad mórbida (IMC>40), obtuvo que:

– Los pacientes reconocen su enfermedad y confían en los tratamientos médicos/psicológicos aunque no son conscientes de la gravedad de la misma. El 80,7% de las personas no consideran la obesidad mórbida como una enfermedad grave.

– La obesidad mórbida no parece estar asociada a un trastorno psiquiátrico concreto, aunque si se observa un alto porcentaje de obesos mórbidos con rasgos de personalidad dependiente y obsesivo-compulsivo. Concretamente, hay que señalar que el rasgo de personalidad dependiente se manifiesta principalmente en aquellas personas que inician la enfermedad en la adultez y, por lo tanto, tienen que adaptarse, ya de mayores, a una nueva vida llena de limitaciones físicas y problemas psicológicos que antes desconocían.

– Las personas con obesidad mórbida más insatisfechas con su vida son aquellas que presentan problemas para establecer relaciones positivas con los demás. Esto confirma la importancia que adquiere el apoyo social en la vida de las personas y también, por lo tanto, en la de individuos que sufren una enfermedad como la obesidad mórbida.

Según Lorence, es de vital importancia que se desarrollen planes de intervención integral que comprendan tratamientos psicológicos paralelos a la intervención médica que reciben los pacientes con obesidad mórbida, ya que a partir de sus resultados estima que existe una alta probabilidad de que este modelo de intervención de carácter interdisciplinar permita agilizar la recuperación del paciente y evitar posibles recaídas en el futuro.

EMOCIONES: TERCER COMPONENTE DE LA OBESIDAD

Emociones Tercer Componente de la Obesidad
Fuente: (www.dienut.com)

Alegría, tristreza, infelicidad, nervios… todo ello puede desaparecer al comer una rebanada de pastel, pero si esto es habitual en tu hijo, puede llevarlo al sobrepeso y de ahi a un problema más grave: la obesidad.

Seguramente has escuchado que México ocupa el primer lugar en obesidad infantil, es una cruda realidad ¿no crees? Se ha escrito mucho sobre el tema, principalmente acerca de dos factores que inciden en este problema: los hábitos alimentarios y el ejercicio, pero un tercer factor igual de importante es la parte emocional.

¿Por qué los niños aumentan de peso?

Existen diversas razones que se agrupan básicamente en tres grandes rubros, dos de ellos muy conocidos y un tercero que exploraremos con detalle:

1.- Falta de ejercicio: Los pequeños pasan más tiempo viendo televisión o jugando videojuegos, ¡no se mueven!.
2.- Cambios alimentarios: Actualmente ingieren más bebidas endulzadas y menos agua, también comen menos frutas y verduras, pero sí mas comida “chatarra”.
3.- Manejo de emociones: Hoy en día existe una cultura hacia lo externo, es decir, es más importante el cómo me veo que el cómo me siento. sin embargo, lo cierto es que el cómo me siento, refleja cómo me veo.

La idea arraigada en nuestra cultura de que un niño “gordito” es un niño sano nos ha impedido tratar la obesidad infantil como un problema serio.

Emociones “de peso”

Seguro te preguntarás qué tienen que ver las emociones con este problema “de peso” y posiblemente pienses que para bajar los kilos adicionales es suficiente con que tu hijo coma sano y haga más ejercicio. Siento decirte que no es así. Lo que un niño siente y piensa de sí mismo, suele volcarse hacia la comida, ya que ésta actúa como un tranquilizante. Así como un bebé se calma cuando le dan el chipón o el biberón, lo mismo sucede con el niño.

De acuerdo con el psiquiatra Armando Barriguete, el sentir de un niño determina su relación con la comida. no contactar con sus emociones es una de las claves del aumento de peso, pues recurre a la comida para calmarse u olvidar lo que le sucede. Además de problemas que ellos puedan vivir en casa o en la escuela, los niños de hoy se dan cuenta de que en el mundo que los rodea hay violencia, inseguridad. Esto genera en su mente el pensamiento de que pueden morir y les provoca ansiedad, temor y otras emociones muy fuertes, que tranquilizan recurriendo a la comida. De ahí que el componente emocional tenga mucho que ver con el aumento de peso. Incluso esto se refuerza con la educación: no hay fiesta, premio o regalo que no esté asociado con el comer. La comida está presente tanto en los momentos de alegría como en los de tristeza.